miércoles, 2 de noviembre de 2011

Culpable de secuestro.

 Hay momentos en los que quedas prendado de una imagen. Eso ha sido lo que ocurrió aquella mañana soleada de domingo. Entrábamos en el recinto donde ocurrieron los hechos y al divisarlo mi mente se quedo en blanco ante tal hermosura, frescura y voluptuosidad. Sus formas se ocultaban tímidamente debajo de las hojas de una planta anexa. En aquel preciso momento lo ví claro, y con la ayuda de mi amiga Puri, decidí sustraerlo del lugar que lo vió crecer. Furtívamente mi mochila le dió cobijo para llevarmelo a casa y venerarlo como se merece en la intimidad de mi hogar. Las acelgas se agitaban en signo de desaprobación y a los higos les arrollaban lágrimas de dulce nectar en su despedida . Lo confieso, soy culpable de secuestro.





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