A mi alrededor la multitud alborotada rebosaba de alegría y positividad. Los atronadores percusionistas de una charanga marcaban el ritmo y el paso de los transeúntes. Caía en la cuenta de que había llegado el Antroxu a mi ciudad, convirtiendo con su magia al conglomerado de ciudadanos en una variopinta y multicolor masa de felicidad.
Mi condición de pirata hizo que me rodeara con la siniestra muerte en busqueda de almas que divertir y saciar su insaciable avidez de jugo de manzana fermentado, precedida de lúgubres esqueletos con muy buen talante. La velada se convirtió en un sinfín de bromas y risas mientras saboreábamos las exquisitas viandas servidas para apaciguar a nuestros famélicos estomagos. Cambiamos el ron por la fresca sidrina que fluía a raudales y la figura de la muerte lo convirtió en inmortal.
Gran noche de risas y reencuentros... Espero repetir muchas veces ;)
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