jueves, 9 de septiembre de 2010

Vuelta al cole


  Primer día de clase. Ya llevabas preguntándome largo tiempo atrás por el día del retorno al cole. Por más que te lo hubiera querido explicar, tu mente de niño no hubiera asimilado dicha información en el tiempo. Para tí un mes es una vida. Mis contestaciones evasivas se basaban en un "todavía te quedan muchas vacaciones" o un " ya te falta menos". La semana pasada ya veías el gran acontecimiento a la vuelta de la esquina, y ya contabilizabas por tí mismo la llegada del próximo jueves. Ansiabas la llegada de ese día tan señalado para volver a ver a tus compañeros y a tu venerado profe del que tanto preguntabas. Tu ansiedad probablemente vaya cambiando de parecer con el paso del tiempo aunque mi deseo de padre sea que mantengas esa ilusión intacta por mucho tiempo. Los nervios se apoderan de tus actos y comportamiento diarios aunque procuremos enseñarte a encauzar y corregir ese derroche de energía y que no te perjudiquen en años futuros (Que fácil es decirlo y que imposible a veces llevarlos a la práctica. Por mi parte sigo trabajando en ello.)
  Al fin llega la víspera de tan señalado día. Tenemos la sensación de tener un potrillo desbocado correteando por casa, planteando incesantemente infinidad de preguntas y ametrallandonos a porqués. Esa noche tocaba pasarla a lo toledano. La impaciencia y los nervios te impedían dormir del tirón como todos los días y tus pasitos sonaban ahogados por el pasillo camino del servicio en busca de algún alivio inútil.Te oía dar vueltas en la cama y dialogando con tus peluches. ¿Que les contabas? ¿No podían dormir quizás ellos tambien? A la mañana siguiente el despertar no te costaría a diferencia del desayuno que se negaba a entrar en un estomago lleno de  nudos. Tu mochilita te esperaba en el recibidor llena a rebosar de experiencias nuevas, ilusiones y ansiedades. Por fin llegamos al cole (de los primeros, como siempre) y llueven sobre ti un mar de preguntas como "Cuánto has crecido" y "Que tal las vacaciones?". Te doy un caluroso abrazo y una ráfaga de besos recordándote por última vez las pautas a seguir para que no te castiguen demasiado pronto en tu primer día.
  Te veo alejarte y confieso que vuelvo a revivir antiguas emociones y sensaciones que creía olvidadas con el paso del tiempo reflejadas en tí y me siento rejuvenecer un poco más.
  Alguien dijo un día que los hijos hacen que vuelvas a vivir y experimentar la vida de nuevo. Razón no le faltaba.

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