martes, 4 de mayo de 2010

La mina

  Llegamos al punto de partida de nuestra aventura al amanecer salidos de las sombras de la noche envueltos de ilusión y nerviosismo. No les dimos la oportunidad a los lugareños del pequeño pueblo de notar tan siquiera nuestra presencia. Ocho eramos. Ocho almas con un objetivo claro : la mina.
 El día hacía presagiar que nos íbamos a mojar. No fue así, la suerte estaba de nuestro lado, de momento. Iniciamos la andadura sobre nuestras monturas. La de nuestro erúdito guía no estaba por la labor. La combinación de una mala reparación (bien cobrada) por parte un mecánico de nuestra ciudad y el infortunio con los pinchazos retrasaba nuestro ansiado destino.
  El asfalto se convirtió en tierra, la tierra en pedregal y el desnivel se acentuaba en nuestra contra por momentos. A lo lejos atisbábamos el humo de alguna tribu de lugareños a la que se le había ido de las manos la quema de rastrojos. Llegamos a un cortafuegos que algunos abordaron con valentía (en mi caso mi montura se negaba a tal despropósito, con lo que tuve que hacerlo en modo pedestre..)
 Nos cruzábamos al fin con la antigua vía férrea que nos iba a conducir al lugar tan ansiado sorteando la maleza.
  Nos adentramos en las entrañas del monte atravesándolo de par en par en una incursión de 5 horas por las tinieblas. Vías ferreas, vagonetas, estalactitas ...Todos estos ingredientes contribuían  al embrujo de aquel lugar desconocido para nosotros. El compañerismo de 7 grandes  y el desenlace gastronómico puso la guinda a una jornada memorable para contar a nuestros nietos.
   Gracias a todos y cada uno de los 7 magníficos tíos que compartieron conmigo este día tan especial..






1 comentario: